Borges sobre Borges, Evaristo Carriego, Palermo y la poesía

[Primera Parte]

Introducción

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Borges ya era Borges antes del mito. Antes de Borges. El mito incluso funciona también hacía adentro. Borges escribió sus mejores obras (Ficciones y El Aleph) cuando aún veía. El Borges del mito, ciego, es el Borges conferencista. El de las Siete noches y los Nueve ensayos dantescos.

El Borges del Evaristo Carriego (obra previa a los dos volúmenes de cuentos consagratorios) ya es Borges. Ya se apropiaba en el Evaristo de los orilleros que haría famosos en “Hombre de la esquina rosada”, “La noche de los dones”, “El muerto” y tantos otros.

En general, se afirma que Borges habla de otros autores para hablar de sí mismo. En el Evaristo Carriego, esto es cierto a medias o falso en algunos sentidos, y es una de las virtudes del texto. Borges habla sobre Borges para hablar sobre Evaristo Carriego, poeta olvidado del Palermo orillero, para hablar de poesía, del barrio de Palermo, de orilleros y de Evaristo Carriego.

Borges también es Borges porque apela permanentemente a la ironía que lo caracteriza. Ironía intelectual, es cierto, pero ironía en sustancia. Se puede afirmar (sin espacio para desarrollarlo aquí) que el humor es uno de los elementos centrales de la obra de Borges. El humor presente en ese relato eterno que es “El muerto”, y las innumerables ironías que contienen el conjunto de su obra. En el Evaristo, encontramos un gran número de comentarios irónicos, de los que referiremos algunos.

Borges habla (escribe, pero la convención es referir que habla) del poeta, pero es imposible no empezar hablando por él. Por su escritura y sus características, como los orilleros y el humor, expresados párrafos arriba. Pero porque también Borges empieza por sí mismo. El Maestro va a hablar del poeta, de la fascinación que le produce Palermo, el barrio donde creció (aunque no nació allí), un Palermo del siglo XIX y principios del XX que nada tiene que ver con el Palermo de mediados del XX y principios XXI.

Porque para hablar de Evaristo, Borges habla de Palermo. Y para hablar de Palermo, habla de su propio Palermo. El de su casa, su biblioteca y su encierro. Y sabe que entre su Palermo literario y el Palermo real hay una distancia que en vez de obviar, le produce la fascinación de estudiarla y comprenderla. Dice en el Prólogo:

Yo creí, durante años, haberme criado en un suburbio de Buenos Aires, un suburbio de calles aventuradas y de ocasos visibles. Lo cierto es que me crié en, un jardín, detrás de una verja con lanzas, y en una biblioteca de ilimitados libros ingleses. Palermo del cuchillo y de la guitarra andaba (me aseguran) por las esquinas, pero quienes poblaron mis mañanas y dieron agradable horror a mis noches fueron el bucanero ciego de Stevenson, agonizando bajo las patas de los caballos, y el traidor que abandonó a su amigo en la luna, y el viajero del tiempo, que trajo del porvenir una flor marchita, y el genio encarcelado durante siglos en el cántaro salomónico, y el profeta velado del Jorasán, que detrás de las piedras y de la seda ocultaba la lepra.

El “Palermo del cuchillo y de la guitarra andaba (me aseguraban) por las esquinas”. A ese Palermo irá a buscar Borges en los poemas de Carriego.

Palermo: de Groussac a Buenos Aires

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Luego de ese prólogo, Borges comenzará en el capítulo I a delimitar el barrio de Palermo, de donde era el poeta Carriego. Remite para ello a ese personaje fundamental para su obra que es Paul Groussac, aquél frances devenido director de la Biblioteca Nacional en Argentina. Citando a Groussac, Borges le dará a Palermo un pasado mítico, europeo y local a la vez:

La vindicación de la antigüedad de Palermo se debe a Paul Groussac. La registran los Anales de la Biblioteca, en una nota de la página 360 del tomo cuarto; las pruebas o instrumentos fueron publicadas mucho después en el número 242 de Nosotros. Nos retraen un siciliano Domínguez (Domenico) de Palermo de Italia, que añadió el nombre de su patria a su nombre, quizá para mantener algún apelativo no hispanizable, «y entró a los veinte años y está casado con hija de un conquistador». Este, pues, Domínguez Palermo, proveedor de carne de la ciudad entre los años de 1605 y 14, poseía un corral cerca del Maldonado.

De esa especie de fundación mítica con mucho de porteño, de inmigrante italiano que no quiere perder su patria, que poseía un matadero con el que proveía carne a la ciudad a principios del siglo XVII, pasamos a una descripción más cercana pero no menos Borgeana:

En los tanteos de Palermo están la chacra decente y el matadero soez; tampoco faltaba en sus noches alguna lancha contrabandista holandesa que atracaba en el bajo, ante las cortaderas cimbradas. Recuperar esa casi inmóvil prehistoria sería tejer insensatamente una crónica de infinitesimales procesos.

La chacra decente y el matadero soez; la lancha contrabandista. Borges delinea a su manera ese Palermo de orilla, del Maldonado, que incluye contrabandistas holandeses en lancha.

Palermo toma centralidad en la historia de Buenos Aires con Rosas, de quién se sabe Borges no se encuentra entre sus admiradores. Lo resuelve de manera irónica, propiamente borgiana, en unas pocas sentencias: para referir al “caudillo de las pampas”, cita a un texto en inglés:

Hacia el cuarenta, Palermo ascendió a cabeza mandona de la República, corte del dictador y palabra de maldición para los unitarios. No relato su historia para no deslucir lo demás. Básteme enumerar esa casa grande blanqueada llamada su Palacio (Hudson, Far Away and Long Ago, página 108).

“Duró doce años ese Palermo” sentencia luego, y refiere el enfrentamiento de Rosas con “el otro Rosas, Justo José”. Así se refiere a Urquiza. Para la violencia del federalismo de Urquiza, cita la pluma de Ascasubi: en la entrada de Palermo / ordenó poner colgados / a dos hombres infelices”.

Después de la reseña histórica, Borges vuelve a la descripción geográfica. A finales de la década de 1880’ Borges ubica a los Carriego:

Miles de días que no se sabe el recuerdo, zonas empañadas del tiempo, crecieron y se gastaron después, hasta arribar, a través de fundaciones individuales —la Penitenciaría el año 77, el hospital Norte el 82, el hospital Rivadavia el 87— al Palermo de vísperas del noventa, en que los Carriego compraron casa.

Luego hará referencias a lugares y calles históricos de Palermo. Borgianamente, del Zoológico refiere al tigre, animal que habita mitológicamente su obra (“La escritura del dios”) y que en alguna entrevista refirió su fascinación al verlo en este zoológico del que nos habla:

El Botánico, astillero silencioso de árboles, patria de todos los paseos de la capital, hacía esquina con la desmantelada plaza de tierra; no así el Jardín Zoológico, que se llamaba entonces las fieras y estaba más al norte. Ahora (olor a caramelo y a tigre) ocupa el lugar donde alborotaron hace cien años los Cuartos de Palermo. Sólo unas calles —Serrano, Canning, Coronel— estaban ariscamente Empedradas.

Antes de adentrarse en el Palermo profundo, Borges mencionará la zona que linda con Balvanera, y hará una personificación de la noche maravillosa:

Cuando las noches impacientes de octubresacaban sillas y personas a la vereda y las casas ahondadas se dejaban ver hasta el fondo y había amarilla luz en los patios, la calle era confidencial y liviana.

No era la gente la que salía a la noche, sino la noche la que sacaba, indiferentemente, sillas y personas a la vereda. Luego de esta amable digresión, nos adentramos, ahora sí, en las orillas y en el arrollo Maldonado:

Hacia el poniente quedaba la miseria gringa del barrio, su desnudez. El término las orillas cuadra con sobrenatural precisión a esas puntas ralas, en que la tierra asume lo indeterminado del mar (…). Hacia el poniente había callejones de polvo que iban empobreciéndose tarde afuera; había lugares en que un galpón del ferrocarril o un hueco de pitas o una brisa casi confidencial inauguraba malamente la pampa. (…). Después: el Maldonado, reseco y amarillo zanjón, estirándose sin destino desde la Chacarita y que por un milagro espantoso pasaba de la muerte de sed a las disparatadas extensiones de agua violenta, que arreaban con el rancherío moribundo de las orillas. Hará unos cincuenta años, después de ese irregular zanjón o muerte, empezaba el cielo: un cielo de relinchos y crines y pasto dulce, un cielo caballar, los happy hunting-grounds haraganes de las caballadas eméritas de la policía. Hacia el Maldonado raleaba el malevaje nativo y lo sustituía el calabrés, gente con quien nadie quería meterse, por la peligrosa buena memoria de su rencor, por sus puñaladas traicioneras a largo plazo. Ahí se entristecía Palermo, pues las vías de hierro del Pacifico bordeaban el arroyo, descargando esa peculiar tristeza de las cosas esclavizadas y grandes, de las barreras altas como pértigo de carreta en descanso, de los derechos terraplenes y andenes. Una frontera de humo trabajador, una frontera de vagones brutos en movimientos, cerraba ese costado; atrás, crecía o se empedraba el arroyo. Lo están encarcelando ahora.

El Maldonado curiosamente, se encuentra al poniente, como todo lo extraño y desconocido en la literatura. La prosa es brillante. Después del zanjón o muerte (refiriéndose a la Chacarita, donde esta el cementerio) “empezaba el cielo”. Hacía el Maldonado “se entristecía Palermo”. Y remata con una figura retórica: al arroyo lo están encarcelando. La palabra no es casual. Lo encarcelan como a un preso, al responsable de un delito.

En sus textos se refleja también la pobreza, la miseria y la condena de esos barrios y sus habitantes. De todos modos, su interés central era más literario que humano. Como dice Pablo Martínez Burkket, el mundo es para Borges un elemento literario, sobre el cual escribir.

Al final de este primer capítulo, Borges ensaya una vindicación de Buenos Aires,

Porque Buenos Aires es hondo, y nunca, en la desilusión o el penar, me abandoné a sus calles sin recibir inesperado consuelo, ya de sentir irrealidad, ya de guitarras desde el fondo de un patio, ya de roce de vidas.


Lectura y todas las citas de

Borges, Jorge Luis, Obras Completas. Tomo I 1923 – 1949. Buenos Aires, Emecé, 2010

Segunda Parte

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