Antes que nada, prima decir que estamos ante un libro publicado principios del siglo XX (publicado en 1907) que es un clásico para los fanáticos del policial, a la vez que es mucho menos conocido entre el gran público.
Gaston Leroux, sin embargo, es autor de uno de los grandes clásicos de la literatura. Esa obra, sin embargo, es más recordada por la gran cantidad de adaptaciones teatrales y cinematográficas que por su original literario. Hablamos nada menos que de El fantasma de la Ópera (1909).

Leroux, periodista de profesión que comienza a escribir ficción, usa como base para esta aventura una de las mejores estructuras temáticas que ha dado el policial clásico: la del “cuarto cerrado por dentro”. El asesinato de una persona por parte de un asesino que entra y sale de un cuarto cerrado por dentro (puertas, ventanas, etc) es un oximorón policial por excelencia. Y ya conocemos la fascinación que genera en el lector cuando lo que no puede suceder sucede. Llevado al policial, genera un nuevo problema. En el fantástico o la ciencia ficción, lo inexplicable es aceptado per se.
El policial no puede darse ese gusto. Debe buscar una explicación posible a lo imposible. Y en esa búsqueda está concentrado todo el potencial de estos relatos.

La nouvelle de Leroux se ubica en un marco contemporáneo a grandes escritores del policial. El inglés Sir Arthur Conan Doyle, su compatriota francés Maurice Leblanc. Con este relato Leroux pretende, y en cierta medida lo logra, patear el tablero. Sin la estética de la pluma de Doyle ni la creatividad desbordante de Leblanc, Leroux pone todas las fichas en su temática.

La historia nos está contada en primera persona por un periodista, amigo íntimo del gran periodista – detective Rouletabille. Ambos ponen toda su atención en la noticia de un intento de asesinato en el castillo Glandier. Allí reside el famoso científico, el Sr. Stangerson y su hija. Sobre ella había caído el agresor, dejándola al borde de la muerte. Pero ella, que dormía en un cuarto enteramente pintado de amarillo, ya había cerrado por dentro la puerta y puesto el cerrojo. El mayordomo de la casa, llamado cariñosamente como tío Jacques y que era prácticamente de la familia, había revisado antes la habitación y cerrado las ventanas por dentro. No había nadie en la habitación cuando la señorita entró. He ahí el cuarto cerrado.
¿Quién era el atacante? y sobre todo ¿cómo había entrado y salido del cuarto amarillo? eran las preguntas que deberían resolver tanto Rouletabille como la policía, con el famoso detective Fredéric Larsan a la cabeza (una especie de Sherlock Holmes con el que Rouletabille entabla competencia).

Este es el argumento y el enigma central de la obra. Leroux, de una prosa al principio seca, va desarrollando la historia de manera inteligente, agregando poco a poco personajes bien definidos, para que no queden en el aire en la historia. A su vez, el narrador va dejando ‘caer’ pistas que el lector intentará ubicar en su propio esquema de respuestas, muchas de las cuales cobrarán un nuevo sentido más adelante, con más información, y otras mantendrán su valor inicial. El autor va entretejiendo la historia por escrito a la par del lector. Ubicado el narrador en un observador en primera fila, nos permite ver todos los sucesos, a la vez que acercarnos u alejarnos de los pensamientos de Rouletabille. Si le sumamos la trascripción de cartas, diarios e interrogatorios, tenemos un trabajo constructivo de la obra muy destacado.

Cómo dato anecdótico, Gaston Leroux busca en algunas partes de la novela poner en comparación a Rouletabille con Sherlock Holmes y Arsène Lupin, dando por superior a su creación. A la distancia parece innecesario, aunque sabemos que Leblanc intentó el visto bueno de Conan Doyle para escribir un encuentro los personajes de ambos 1 .

Por último pero no menos importante, una consideración sobre el misterio del cuarto cerrado en general. Se trata, como hemos dicho, de una de las bases más interesantes y desafiantes para el escritor de policial, a la vez que atractivo para el lector. El mismo Leroux ubica a los relatos del norteamericano Edgar Allan Poe “La carta robada” (1844) y principalmente “Los crímenes de la Rue Morgue” (1841), como los iniciadores del género. Pero, como en algún punto señala Borges sobre el policial en general, su mayor fortaleza es su límite también 2. La dificultad de resolver un misterio imposible obliga a los autores a elegir entre dos opciones. O bien la investigación se centra en ese cuarto cerrado, buscando un elemento que posibilite explicar lo sucedido, o bien se amplía al resto de la casa para posibilitar mayor espacios y personajes en interacción.

Como recomendación final, junto con esta nouvelle de Leroux, agregamos otras historias de “cuarto cerrado”. El encierro en el cuarto como lugar claustrofóbico es retratada con total majestuosidad y creatividad por la película The Cube (‘El Cubo’, 1997), con dos continuaciones de disímil valoración (lo mismo sucede con otras películas con similares puntos de partida). Una vuelta de tuerca interesante lo hace el film español La habitación de Fermat (2007). En la literatura, recomiendo un relato que probablemente haya pasado desapercibido pese a su enorme calidad literaria. Se trata de “Cerrado por defunción” de Fernando Savater, dentro de su libro Los invitados de la princesa (2012).

Pablo Testa
Febrero – Marzo 2021

Notas

1. Nota sobre los libros de Arsène Lupin

2. “La solución al misterio siempre es inferior al misterio”, Jorge Luis Borges.

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