Extraños sueños…
¡Yo siempre sueño!

(weird drams…
I always dream!)

Se trata de una impactante versión del clásico de Edgar Allan Poe, a cargo de Charles F. Kleiny estrenada en cines en 1928.

Si la distancia puede hacer suponer a alguienque el cine estaba en una etapa embrionaria, es bueno contextualizar con que es la época de Buster Keston, Murneau ya ha dirigido Nosferatu (1922)*1 y, en Estados Unidos, D. W. Giffith había puesto la piedra fundamental con El nacimiento de una nación (1915). Sólo tres años después, en 1931, la Universal estrenaría Dracula con Béla Lugosi y Frankenstein con Boris Karloff.

No es casual mencionar tanto a Murneau como a los fundadores del cine americano. Esta adaptación cinematográfica de uno de los grandes relatos de Poe toma lo mejor de cada uno de ellos para su puesta en escena. Ya en los primeros minutos de este mediometraje vemos las tres raíces de las que se alimenta la adaptación: el impresionismo alemán en la ambientación y los textos en pantalla, el teatro inglés para las actuaciones y los efectos de supersición para las escenas de locura (utilizados tanto en Francia por por Meliés *2, en Inglaterra por la escuela de Brighton y en los Estados Unidos por Edison *3).

El corazón delator se abre con un aviso en texto en pantalla para lo que estamos por ver: son los recuerdos de un loco, un insano. Esta licencia le permite tomar más vuelo a las escenas donde el protagonista enloquece.

El texto se va difuminando sobre la imagen de unos ojos que cada vez concentran más nuestra atención. Son los ojos del anciano que alteran al protagonista, que lo mata y lo entierra en la habitación.

Al enfocar al anciano, la cámara pone en juego una serie de efectos destacados, desde la repeticion del ojo en un octaedro -como si se tratara del ojo de una mosca o el panal de una abeja- hasta sacar al texto de la placa de diálogo y superponerlo sobre el anciano, algo poco común para el cine clasico.

La locura del protagonista, planteada en el texto de presentación, se hace patente en la pantalla con la actuación de Otto Matiesen, en un estilo derivado del teatro. Con su rostro desvariado en primer plano, algo propio del cine.

La cámara luego amplia la imagen al cuarto, dandonos una escena tipica del expresionismo alemán, con puertas y paredes de formas cuadrangulares desfazadas. Quizas pueda decirse que la escena recuerda demasiado al Gabinete del Dr. Caligari.

Uno de los momentos mas logrados del film es la llegada de los dos detectives, que extrañamente hablan a la par diciendo lo mismo ambos.

Unas escenas asombrosas y algo kafkianas incluso, que incluyen el momento en que uno de ellos «revisa» los ojos del sospechoso en busca de culpa con una lupa gigante.

Los minutos que pasan entre que los detectives lo definen inocente hasta que el sospechoso pierde la cordura se hacen un poco largos. Sin embargo, nuevamente es la superposición la que nos avisa que algo va a pasar, cuando sobre el rostro del joven se imprime la imagen de un martillo que golpea rítmicamente, como un corazón.

A modo de conclusión

Edgar Allan Poe sera una fuente casi inagotable para el cine a lo largo del tiempo *4.
En este caso, se trata de una
adaptación mas que recomendable, con una estética particular que la hacen más que atráctiva.

Dirigida y guionizada por Charles F. Klein. La fotografía corrió por cuenta de Leon Shamroy.

Por Pablo Testa (sept – 2022)

Notas

1 «Nosferatu» de Murnau

2, Melies, el hombre-cine.

3 Román Gubern, Historia del cine, tomo 1.

4 Otras adaptaciones reseñadas:

El gato negro, en
Historias Tenebrosas (1919-21). Cinco relatos enmarcados del cine alemán .

El pozo y el pendulo (1961) Corman + Price

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